divendres, 20 d’abril del 2007

Que a usted le luzca Don Mariano

Con la boca seca me he levantado hoy Don Mariano, seguramente por haber dormido toda la noche con ella abierta. Ese fenómeno me sucede siempre cuando tengo que aguantar apretados durante mucho tiempo los esfínteres. No me da el cuerpo para tanto servicio. Pero no es a mi solo a quien eso le pasa, sabe usted muy bien que hay muchos que se orinan cuando ríen a gusto.
Que bien me lo pase anoche, no sabe usted cuanto.
Bueno, bueno, ¿y al final qué?
Al final nada, como siempre. Me sucedió que no me sucedió nada. Para que lo entiendas con un ejemplo, te pasa como cuando tienes una cita romántica en la que te seduce pensar que la remataras follando, te has centrado tanto con esa idea que parece que nunca hayas pensado en ninguna otra cosa de las que existen. Para acabar en nada, haces una faena que se queda muy por debajo de lo acostumbrado.
Hey, para, para! Por ese camino no sigas. Ahora me dirás que fingió durante el acto.
No, no, el hizo su papel, el problema fue mío. Me había obsesionado de manera infantil con un polvo que al final salió plano. El otro partenaire tuvo lo que había ido a buscar. Fui yo el que anoche estuve anorgásmico.
No estuvo mal el hombre, se salió con soltura, convenció y hasta enamoró a la audiencia.
Yo lo vi con otros ojos. Aunque mira, curiosamente escuchaba también sus palabras, y eran sólo eso. No puedo abstraer, como quieren ellos, un presente sin su pasado correspondiente. Unas promesas sin sus hechos acaecidos. Sus verdades, engañosas, con las mentiras de su política.