Las Cuevas de Hércules, Cádiz

En las leyendas populares se narra las historias de niños perdidos en esas cuevas, de moros que aún habitan bajo tierra, adueñados de unos pasadizos por los que se mueven libremente como si viviesen en un mundo paralelo al nuestro. Pero hay otras muchas historias que narran proezas acaecidas durante pasados asedios militares a la ciudad, de oscuros prostíbulos atendidos por turbias matronas a los que concurren enigmáticos personajes; se atribuye también al subsuelo un continuado tránsito de contrabando de los materiales y productos más insospechados. Leyendas todas ellas que se han visto aumentadas, fabuladas y difundidas por la suculenta imaginación de la gaditana gente.
En el año 2000 una sociedad que gestiona algunos monumentos en la ciudad se embarcó en la búsqueda de esos túneles. Basó su trabajo en la recopilación de testimonios orales y documentos históricos y tres años más tarde encontraron las pruebas de existencia de un pasadizo que conectaba la cripta de la iglesia de Santiago con la Catedral. Pero esa vía no pudo ser explorada ante la negativa de la curia eclesiástica a concederles su autorización. Muy poco después de ese contratiempo consiguieron un plano de la red subterránea levantado en 1837 por Serafín Manzano, ayudante del arquitecto e ingeniero Torcuato Cañón, donde se reflejaba la situación detallada de una red de túneles que discurría desde las Puertas de Tierra hacia el Castillo de la Villa, y desde aquí un ramal que se dirige hacia el puerto y otro hacia la Iglesia de Santiago y el Convento de San Francisco, terminando en la Caletilla de Rota, además de la localización de accesos a la espelunca desde algunas casas vecinas.

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