El Asombroso Viaje de Pomponio Flato, Eduardo Mendoza
No demuestra asombro Pomponio Flato durante el relato de su viaje, pero tras leerlo, única razón a la cual los libros deben su existencia, me digo que se trata de un personaje de ficción muy viajado y vivido que no se inmuta con facilidad. Eso debería bastar para tranquilizarme pero al no estar del todo resuelta esa cuestión vuelvo a colegir cual es la razón que me causa la sensación de malestar que tengo.
Si no se asombran ni el lector ni el personaje, la obra debería quedar en llamarse simplemente “El Viaje de Pomponio Flato”. No es sin embargo la narración de un viaje, se trata de un lugar y de él se describen más bien poco los paisajes en donde transcurre la acción, por la misma razón que argüíamos anteriormente, el libro debería entonces llamarse simplemente “Pomponio Flato”.
Pomponio Flato es un nombre de hombre, pero con solo leer el título yo no sabría de qué trata tal entelequia argumental. Y sin comprar no puedo leer. Pomponio, Pomponio, no se de que se trata. Flato se que es una acumulación molesta de gases en el tubo digestivo. Eso ya me es más familiar. La palabra deriva del latín flatus, que significa soplo, flatulencia.
Vale, de acuerdo, el libro lo compre por dos razones, y no tuve en cuenta que coincidiera su presentación con la Diada de Sant Jordi, primero fue por el ser de un autor al que admiro y respeto muchísimo literariamente, Eduardo Mendoza, la segunda razón la encontré en el arranque del título, “El Asombroso Viaje”. Sólo por eso aseguraba el tiro. Estaba chupao.
Quisiera equivocarme en las conclusiones, quisiera deshacerme de la sensación de que se trata de una obra de encargo con la que cubrir las cuotas de mercado de las editoriales con las ventas de papel en la Diada. Ya apuntábamos ese derrotero comercial hace ahora exactamente un año. En catalán existe la palabra “Paperassa”. Define ese circo mucho mejor.
Si no se asombran ni el lector ni el personaje, la obra debería quedar en llamarse simplemente “El Viaje de Pomponio Flato”. No es sin embargo la narración de un viaje, se trata de un lugar y de él se describen más bien poco los paisajes en donde transcurre la acción, por la misma razón que argüíamos anteriormente, el libro debería entonces llamarse simplemente “Pomponio Flato”.
Pomponio Flato es un nombre de hombre, pero con solo leer el título yo no sabría de qué trata tal entelequia argumental. Y sin comprar no puedo leer. Pomponio, Pomponio, no se de que se trata. Flato se que es una acumulación molesta de gases en el tubo digestivo. Eso ya me es más familiar. La palabra deriva del latín flatus, que significa soplo, flatulencia.
Vale, de acuerdo, el libro lo compre por dos razones, y no tuve en cuenta que coincidiera su presentación con la Diada de Sant Jordi, primero fue por el ser de un autor al que admiro y respeto muchísimo literariamente, Eduardo Mendoza, la segunda razón la encontré en el arranque del título, “El Asombroso Viaje”. Sólo por eso aseguraba el tiro. Estaba chupao.
Quisiera equivocarme en las conclusiones, quisiera deshacerme de la sensación de que se trata de una obra de encargo con la que cubrir las cuotas de mercado de las editoriales con las ventas de papel en la Diada. Ya apuntábamos ese derrotero comercial hace ahora exactamente un año. En catalán existe la palabra “Paperassa”. Define ese circo mucho mejor.
No critico al autor, repito que lo admiro, pero El Asombroso Viaje de Pomponio Flato, no lo he colocado en mi biblioteca junto a los demás libros, lo he dejado en la pila de libros olvidados, aquellos que no me merecen la consideración de figurar, en situación destacada, mostrando en el lomo con orgullo su titulo y autor a conocidos y amigos.