dissabte, 12 de maig del 2007

El día a día, vivero de entremetidos, husmeadores y fisgones.

De lo que nos rodea sólo percibimos una fracción, todo lo demás lo intuimos o nos lo inventamos para completar el cuadro que nuestra mente tiene que ver entero para comprenderlo. Así funcionamos, el conocimiento y el uso de los hechos y las circunstancias que no se completan no se pueden ordenar mentalmente, ni memorizar ni mucho menos utilizar como un recurso de coloquio.
Con la parcialidad del conocimiento entra en juego la curiosidad, y corresponde a la calidad de la persona hasta donde se está dispuesto a llevarla. En materia de contenidos corrientes no existen terrenos resbaladizos o escabrosos, en los temas personales, aquellos que atañen a la intimidad, sí.
De todas las personas que nos rodean se pueden establecer categorías, y se ha de tener muy claro, no debe resultar difícil, a cual de ellas pertenece cada uno antes de entrar a calificar, reputar y valorar. Con los amigos no hay lugar a duda, se sabe de ellos todo lo que hay que saber y si algo se desconoce es porque “ese secreto” no debe desvelarse jamás. Con los conocidos es más delicado, son muchísimos más, y en esta categoría caben infinidad de situaciones, donde los límites de lo estrictamente personal y la relación correcta no acaban de estar definidos casi nunca. La frecuencia de trato, habitualmente diaria, puede confundirnos y crearse situaciones incómodas. En esta categoría entraría las relaciones laborales, las relaciones del gimnasio, las peña de fútbol, la peluquería, el partido político, las asociaciones de padres, de vecinos, de escalera, de la calle, del barrio. Sin lugar a dudas de toda la relación enumerada la más delicada es la primera.
De un compañero/a del trabajo puede interesarnos su personalidad, su cultura, su físico, su profesionalidad, y si me apuras hasta su sexualidad, pero hemos de tener muy claro, diáfano, que de él conoceremos o conseguiremos solamente lo que quiera ofrecernos. Si entre dos se profundiza en otro tipo de relación exploratoria eso es tan estrictamente particular entre ellos que, a menos que sea públicamente abierta, ha de pasar desapercibida para el resto, si no es así, lo mejor sería que por esmero profesional e higiene laboral los encuentros los realizasen en otro ambiente.
Si no encuentran ese otro ambiente, porque en él están “muy” comprometidos, han de superar cualquier comportamiento animal y obligarse a otro tipo de relación, de no ser así el ambiente laboral se convierte en caja de resonancia de sus frustraciones provocando la proliferación del bicho “husmeador”. Un perfido animal que como todos sabemos produce una baba nociva llamada cotilleo.